sábado, 29 de octubre de 2011

¿ QUÉ HAY DETRÁS DE LA EUROCRISIS ?

¿ QUE HAY DETRAS DE LA EUROCRISIS ? .
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Rafael Poch, colaborador de Sin Permiso y correspondsal en Alemania

En el camarote de primera del Titanic, la economía exportadora ya siente la humedad en los pies, pese a sus gruesos calcetines de lana. La coyuntura mundial ha dado un paso atrás que afecta a Estados Unidos, China, y los BRICs, cuya demanda· compensó estos años con creces, el enfriamiento de la Europa meridional.

En una reunión con cuadros de su partido, la canciller (Merkel)ha explicado que de lo que se trata en la cumbre de Bruselas es de conseguir un mandato para convocar una “convención” encargada de preparar la reforma de los tratados de la Unión Europea. La dirección de la reforma debe ser, ha dicho, intervencionista para casos de indisciplina presupuestaria y financiera.

La eurocrisis atraviesa su semana más caótica. Manifiestas contradicciones dan el tono al desacuerdo franco-germano. La confusión rodea a las cumbres de los próximos días. Los observadores se preguntan por el contenido de la propia crisis, mientras asoma la nueva gran receta: una reforma de los tratados de la Unión Europea en clave neoliberal.

¿Qué es “la crisis” en Europa? Oficialmente ahora es un problema bancario que resulta de la inevitabilidad de la quiebra griega. La enferma Grecia ha sido víctima de un remedio que agrava su dolencia. Aunque eso no se reconozca explícitamente, eso es lo que determina un drástico recorte de su deuda, lo que a su vez tambalea la salud de los bancos allá expuestos.


Como solución, una recapitalización de todos los bancos. Los bancos se rebelan contra ese escenario, y Francia y Alemania se pelean, pujando cada cual por las fórmulas más convenientes para sus respectivos intereses nacionales, incluidos los intereses políticos más inmediatos de Nicolas Sarzkozy y Angela Merkel.

Los observadores discuten esta exposición de los hechos. El ex canciller Helmuth Schmidt, el observador alemán número uno, propone una definición más general del problema. La eurocrisis, dice, “es la incapacidad de las instituciones políticas de la Unión Europea para frenar las peligrosas turbulencias e incertidumbres”. Es más un problema político que económico, sugiere.

La comentarista Brigitte Fehrle pone el zoom en una posición de gran angular aun más acusada. “Desde hace algunos años, los políticos intentan comprender las reglas de juego de bancos, bolsas, especuladores y “hedge founds”, e intentan combatirles con sus mismas armas”, dice.

Pero, “asumir las normas de su contrincante les convierte en impotentes”, sentencia. “No sabemos a donde nos lleva la crisis financiera en 2011, pero sí sentimos, que la (clase) política está perdida. La lógica es absurda: ¿hay alguna garantía de que en el futuro no ampliemos los fondos de salvamento de dos billones a cuatro?”, se pregunta. Esta duda fundamental, casi filosófica, parece la más acertada. Por eso es la que más sintoniza con el sentir del público, alemán y europeo, confuso y embargado por una incómoda sensación de regreso a la casilla de partida.


¿Regreso a 2008?

Hace tres años los bancos fueron salvados con dinero público de sus ruinosos e irresponsables negocios, posibilitados por una laxitud de los políticos que venía de lejos. Entonces se prometió al malhumorado contribuyente, por lo menos en Alemania, que habría una completa “reforma del sistema financiero”. Han pasado tres años y aquel contribuyente se encuentra ante un nuevo salvamento bancario y sin rastro de aquella reforma. ¿Regreso a la casilla de partida?

Heiner Flassbeck el ex secretario de Estado alemán de finanzas, hoy economista jefe de la UNCTAD, la organización de la ONU para el comercio y el desarrollo con sede en Ginebra, afirma que la actual crisis bancaria no tiene que ver con Grecia, sino con la naturaleza de la llamada “banca de inversión”.


La recuperación del sector bancario que se registró desde la primavera de 2009 tuvo como fundamento la misma insostenibilidad especulativa que había provocado la crisis de 2008. El rescate público salvó entonces a los bancos, pero no hizo nada para detener sus inversiones perjudiciales. Desde el verano los negocios de la parte de la banca que juega en el casino se hundieron, y muchos fondos de cobertura sufrieron grandes pérdidas.

“Nadie se preguntó por qué se protege el casino con dinero del Estado y porque los Estados hacen una política tan loca”. Lo que debería hacerse es, “separar los negocios dañinos de la banca normal”, dice. El debate sobre eso está siendo serio en Estados Unidos e Inglaterra, pero la Europa continental, “se limita a rescatar bancos que hace tiempo dejaron de serlo”, explica Flassbeck.

Francia contra Alemania

Perdidos en ese laberinto, Francia y Alemania se pelean sobre la modalidad del rescate. A grandes rasgos, Sarkozy quiere una rebaja moderada de la deuda griega. Sus bancos están más expuestos en Grecia que los alemanes, y aboga por un salvamento cuyas cargas estén lo más repartidas posible entre todos los europeos.


Sarkozy quiere dotar al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) con la capacidad de dar créditos a los estados, lo que significaría competir con los bancos privados en esa función. Podría ser un paso para acabar con la aberrante financiación privada de los Estados, un claro factor de especulación. Alemania se opone.

El presidente francés se juega perder la “triple A”, la máxima calificación de las tres agencias de calificación, tal como le amenaza una simpática americana que responde al nombre de Moody. Con ello Francia dejaría de pertenecer a un club de países óptimamente calificados del que forman parte los tres países europeos germanoparlantes, Holanda y Escandinavia.


Es mucho más que una cuestión de prestigio: es un escenario que abre una espiral de inseguridad de los mercados hacia Francia. A pocos meses de las elecciones presidenciales francesas, Sarkozy debería responder lanzando a los mercados impopulares “mensajes tranquilizadores” que le convertirán en un cadáver político. Las circunstancias de Merkel tampoco son envidiables.

La canciller está atrapada entre las urgencias de una crisis que no se acaba de entender y los imperativos de una opinión pública mosqueada con pagar cuentas del casino, a la que se le ofrecen, a través de la prensa sensacionalista, otros chivos expiatorios de consuelo nacionalista, como la holgazanería de los meridionales.

El 29 de septiembre, para superar la votación sobre ampliación del FEEF en el Bundestag, el gobierno tuvo que jurar que no se superaría el pactado desembolso alemán de 211.000 millones. Ante la evidencia de que ese fondo ya se ha quedado pequeño, cada vez aparecen más rebeldes en las filas de Merkel.


Eso obliga al ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, a vigorizar el FEEF sin desembolsar más dinero, lo que un diario de Francfort ha comparado con una labor de alquimia para producir oro a partir del hierro.

En el caso de Sarkozy se trata de unas elecciones, en el de Merkel de su liderazgo, cada vez más discutido. Pero un dato de última hora complica aun más la situación alemana.

En el camarote de primera del Titanic, la economía exportadora ya siente la humedad en los pies, pese a sus gruesos calcetines de lana. La coyuntura mundial ha dado un paso atrás que afecta a Estados Unidos, China, y los BRICs, cuya demanda compensó estos años con creces, el enfriamiento de la Europa meridional.


El Bundesbank pronostica un invierno complicado. Los principales institutos de análisis de la coyuntura acaban de revisar a la baja sus previsiones: para 2012 se espera un crecimiento del 0,8%. La última encuesta del Centro de Investigaciones Económicas Europeas (ZEW) entre 300 expertos de bolsa, registra la expectativa más deprimida desde noviembre de 2008.

Hacia la Convención

En ese contexto, Merkel ya no puede ser la melancólica rezagada que el 22 de marzo del año pasado, un mes antes de la concesión del primer paquete griego, aun decía: “no creo que Grecia necesite dinero”. Desde entonces Alemania siempre fue a la zaga. En otoño de 2010 arrancó el debate sobre los eurobonos, con Alemania como máximo adversario. En diciembre se decidió el Mecanismo de Estabilidad Europeo, sucesor del FEEF, en julio se reforzó el FEEF. Ahora Merkel debe tomar la iniciativa.

A principios de octubre la canciller propuso con Sarkozy un “paquete completo” para abordar la eurocrisis, del que no se dieron detalles porque no hay un acuerdo sobre ellos. La clave de ese paquete es la reforma de los tratados de la Unión Europea. “Eso ya no es un tabú para mi”, ha dicho Merkel.

En una reunión con cuadros de su partido, la canciller ha explicado que de lo que se trata en la cumbre de Bruselas es de conseguir un mandato para convocar una “convención” encargada de preparar la reforma de los tratados de la Unión Europea. La dirección de la reforma debe ser, ha dicho, intervencionista para casos de indisciplina presupuestaria y financiera. Eso es lo que se entiende, fundamentalmente, por una “unión política y fiscal más estrecha” en la que los estados miembros que no cumplan deberán ceder su soberanía presupuestaria.



Merkel bendice la idea holandesa de crear un “Mister Austeridad”, un comisario europeo de disciplina fiscal. El dogma de la austeridad y el discurso de la virtud continúan en el centro, y amenazan con cargarse la Unión Europea. El escenario de una especie de junta que haga tragar la austeridad manu militari a la población en Grecia, ya no es disparatado. Si la crisis se extiende, no es difícil imaginar sus efectos disolventes en Portugal, España, Italia y otros países, porque las sociedades castigadas acabarán renegando del proyecto europeo en sus términos actuales, rebelándose contra cualquier Convención que les condene a la miseria, y apuntándose a concepciones y escenarios alternativos que ya asoman, bien por la izquierda (el 15-M), bien por la derecha, con ofertas racistas, de xenofobia, darwinismo social y nacionalismo excluyente. Europa pasa de aquel Directorio franco-alemán a la Convención, con una cronología inversa a la de la Revolución Francesa.


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